sábado, 10 de enero de 2009

Carta abierta a Lorenzo Lunar




(Leída el viernes 9 de enero en la sección Matar y guardar la ropa del programa La cuadratura del Círculo,Radio Círculo de Bellas Artes. En breve, el audio, pero con lo mal que leo y la voz que tengo, ahí va el texto)





Querido gordo:


Te debía esta carta desde el primer viernes en que logré engañar al director de un programa de radio y lo convencí de que yo era un escritor serio y con cosas interesantes que contar sobre la novela negra. Y creo que si lo engañé fue porque no conoce a mis amigos. Te debía esta carta, también, porque la distancia y la cercanía (tú estas en tu querida Santa Clara cubana y yo en este Madrid que nieva incertidumbres, pero me parece que estuviéramos todavía en el Cubanísimo de Ggijón, bailando tú hasta con las sillas y sobrellevando yo esta condicion de abstemio temporal que ya dura demasiado); la distancia y la cercanía, decía, engañan y provocan olvidos. Y el mío, con un micrófono a mano para hablar del género policial, no tiene perdón.
Al comenzar el 2008, aún no te había leído, pese a las alentadoras críticas que sobre tus novelas habían escrito gentes en las que confío. Mis viejos problemas con el tiempo, ya sabes; siempre creo que el tiempo es algo que le ocurre a los demás. Tal vez por eso omití decir desde esta antena algo claro y terminante, tan obvio para mí que acaso por eso no tuve urgencia en decirlo: que junto con las de Leonardo Oyola, tus novelas son lo más potente que he leído en mucho tiempo, que renuevan el género sin negarlo, y que son literatura con una ele así de grande, y al que no leguste, que se joda.

Sobra decir que este comentario no se debe a la amistad en ninguno de los dos casos. Y si tú fueras una mulata en flor y Oyola una porteña de esas que hacen enrojecer a los buzones, se sospecharían otros motivos. Pero por suerte los dos sois feos y tíos, con lo que quedo libre de sospechas. Pero ya hablé de Leo en otra carta, y esta te la debía a ti y a otro Leo, tú Leo Marín, policía poco menos que a la fuerza en un barrio marginal de santa clara, que, me temo, serán casi todos.

Confienso, sin rubor, que antes de leerte a ti y a Amir Valle, había pillado cierta desconfianza hacia las novelas de autores cubanos, porque como hicieron muchos argentinos en su día, me parecía que sólo tenían un tema y los demás quedan de lado. Pero fue abrir “Que en vez de infierno encuentres gloria”, una noche en Gijón, el pasado mes de julio, y no parar hasta la última página y desear salir corriendo al amanecer a comprar otro libro tuyo. Tal vez porque en vez de explotar la situación cubana, la muestras y la narras, que es lo que se supone que debemos hacer los escritores: tal vez porque tu Santa Clara es mucho más real que tantas habanas que se me antojan escritas para consumo externo: o porque en tus obras pude hallar las pistas para entender el desgarro al que se someten los que se marchan de la isla; tal vez porque los personajes no son arquetipos ni maniquies, sino gente de carne y tinta; y el barrio, ese barrio-monstruo y querido, ese enemigo que uno lleva consigo en cada paso, es el protagonista de tus libros y atrapa también al lector, como tiene atrapados a sus habitantes.

Traté de conjurar el embrujo leyendo “La vida es un tango”, segunda novela de la serie de Leo marín, y admito que le busqué defectos, pero acabé encerrado otra vez en la trampa perfecta de un texto que te mete dentro y ya no te suela. Y como dicen que a la tercera va la vencida, lo intenté de nuevo con “Usted es la culpable”, con los mismos personajes y escenarios, a los que se suma un supuesto escritor-rapero que, casualmente se llama Lorenzo Lunar.
Y sigo jodido, esperando nuevas entregas.
Total, Lorenzo, que todo esto ya lo sabías, pero no puedo evitar indignarme cuando me asomo a una librería (para espiar si se venden mis libros, claro), y veo a la gente cargar con mamotretos precocinados según la receta de los chefs del marketing, que en su puta vida entenderán ni al barrio ni a los que leemos novelas negras buscando entre los muertos un rastro de la verdadera vida.
Y cuando veo que alguien hojea un Lorenzo Lunar y se lo lleva, lo celebro tanto o más que si fuera uno mío. Porque sé que ese lector, que acaso mira el genero con desconfianza porque no lo conoce o le han vendido gato por liebre, desde la segunda página se volverá un fanático y buscará- casi siempre en vano- en todo lo que lleve la etiqueta policial, lo mismo que halló en tus libros.
Ojalá que el 2009 nos traiga más textos tuyos, para recordar lo que queríamos leer y lo que queríamos escribir.
Sé que vives en una isla, lorenzo, y en una ciudad que es tambien una isla dentro de la isla, pero tú eres un continente en ti mismo, querido gordo, y no lo digo por el peso de las básculas, sino por el peso de tu literatura.
Y como decía el filósofo: al que no le guste,que se joda
atentamente
Carlos Salem

jueves, 8 de enero de 2009

El cultural de El Mundo




De izq. a dcha.: Peio H. Riaño, Javier Moreno, Cristina Cerrada, Carlos Salem y Félix Chacón en el Bukowski Club de Madrid.


Apuestas literarias para tiempos difíciles

El Cultural conversa con cinco novelistas alternativos cargados de futuro

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/24542/Apuestas_literarias_para_tiempos_dificiles

Se podría presentar a estos autores como narradores de corta trayectoria, la mayoría primerizos, que han estrenado novela recientemente, obras sugerentes y rompedoras en las que abundan las innovaciones formales, en sellos pequeños y casi marginales, cuyo trabajo audaz y desinteresado les torna en auténticos titanes frente a los criterios de rentabilización inmediata que rigen en las grandes casas, obras que han contado con una importante acogida, pese a todas las dificultades. Son Peio H. Riaño, Carlos Salem, Javier Moreno, Félix Chacón y Cristina Cerrada. Apuestas de futuro para los malos tiempos.

Peio H. Riaño (Madrid, 1975) es jefe de Culturas en el diario Público y ha firmado con Todo lleva carne (Caballo de Troya, 2008) lo que se suele llamar, en cuanto las cosas no parecen las habituales, “una novela inclasificable”, conjunto de textos breves y fragmentarios de inspiración urbana y perecquiana del que Care Santos afinó, precisamente, que no era un libro, “es un mazazo. Por eso no hay que perdérselo”.

Carlos Salem
(Buenos Aires, 1959) es un porteño que lleva más de 20 años en Madrid, donde fundó un bar malasañero conocido por sus habituales y sorprendentes recitales poéticos, el Bukowski club (San Vicente Ferrer, 25). Salem ha concluido un año fantástico. Obtuvo el premio Novela Negra de Gijón por Camino de Ida (2007) y conquistó a la crítica con su segunda novela, Matar y guardar la ropa, “un acierto y una garantía de diversión”, según Pilar Castro. Acaban de aterrizar en las librerías sus dos últimas obras, el poemario Si dios me pide un bloody mary (Ya lo dijo Casimiro Parker) y la recopilación de relatos Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (Escalera).

El profesor de matemáticas Javier Moreno (Murcia, 1972) ha hecho suyas las propuestas literarias más arriesgadas con una aventura de “fantaciencia” (a saber, la ciencia ficción ejerciendo sus efectos en el presente) con la que practica literatura con metáforas y conceptos de las ciencia moderna y que ha titulado Click (Candaya). Por ella acaba de ser elegido “Nuevo talento FNAC”.

Félix Chacón (Toledo, 1972), que imparte clases de lengua en un centro de su ciudad natal, ha logrado publicar su primera obra, Entelequia (Inéditor), la historia de amor “diferente” de un manchego en el Madrid de los 90 con la que en el año 2000 se presentó, más por hacer la broma que otra cosa, según confiesa, al premio Planeta y que sorprendentemente llegó hasta la final del mismo.

Por último, Cristina Cerrada (Madrid, 1970), novelista y profesora de escritura creativa en el Hotel Kafka, se ha llevado en 2008 el XIV premio de Narrativa Lengua de Trapo por La mujer calva, donde, en la línea de sus obras precedentes, narra con una aparente sencillez que guarda profundas oquedades la difícil relación entre una mujer divorciada y su madre enferma.

Con ellos hemos hablado, claro, de la machacona crisis, y de cómo afectará a nuestras letras, de la interacción más o menos acompasada entre estas y las nuevas tecnologías, de tendencias, escuelas y nuevas vanguardias, del lugar, en definitiva, de la creación literaria en los nuevos tiempos.

Curados de espanto

¿Temen estos cinco narradores por la crisis, por cómo pueda afectar a los nuevos creadores? “Los recién llegados están curados de espanto”, declara Peio Riaño, “por- que nadie le ha prometido nada. No entienden de crisis porque van a seguir vendiendo lo mismo. No tienen nada y nada esperan, porque la apuesta editorial por valores que todavía no tienen rentabilidad es insólita en España, si no fuera por un par de editores locos que se empeñan en hacer que los nuevos dejen de serlo algún día”. Carlos Salem coincide con él, “no nos engañemos, la apuesta por nuevos narradores en los grandes grupos es prácticamente nula”, y confía en las editoriales independien- tes y en los lectores de raza: “Lo que en realidad me preocupa es cómo afectará la crisis al lector, porque si pese a la psicosis sigue comprando y leyendo libros, eso quiere decir que hay una esperanza...”
Javier Moreno, sin embargo, sospecha que la crisis afectará a todos los sectores económicos y el editorial no se salvará –“Sería ingenuo pensar lo contrario”–, por lo que “la selección” resultará inevitable. Del candor se ocupa también Félix, a quien no le importaría que la crisis “acabara con todas las editoriales de autoedición, dejarían de engañar a los ingenuos y estos de engañarse a sí mismos”. Y Cristina Cerrada cincela una comparación muy ilustrativa: “ Si uno indaga un poco se da cuenta de que este país no ha sufrido sólo una burbuja inmobiliaria. Podría también hablarse de una burbuja editorial, la cual habría ido hinchándose desde los años ochenta, con sus contratos millonarios y su proliferación de grupos editoriales y de agentes literarios, hasta la actualidad, en la que el signo parece ser el exceso y la repetición (es decir, el empobrecimiento literario)”.

Referentes y temáticas

¿De qué yacimientos, abandonados o aún en explotación, extrajo sus materias primas literarias esta nueva generación de autores? ¿Cuáles son sus referentes y temáticas principales? Moreno dice ser “un narrador bastante mixto, por no decir bastardo. Me gusta incorporar una gran diversidad de lenguajes en mis novelas, que pueden ir desde lo científico a lo místico, pasando por lo pornográfico. Me defino como una naturaleza digestiva, capaz de metabolizar –eso intento, al menos– un amplio abanico de tonos y temas”.

Chacón define su trabajo, con cautela, como “realista”, porque “parte de la observación de la realidad y de la gente que me rodea, la gente normal, que para mí son mis lectores potenciales, y no los profesores de la universidad o los críticos de las revistas culturales. Con ese referente y esos supuestos receptores intento contar una buena historia, usando el estilo que más se ajuste a mi pretensión. El problema es que en España si metes tacos en las conversaciones de los personajes o sacas a uno metiéndose una raya, te dicen que haces realismo sucio. Tenemos una literatura muy mojigata”.

La atención de Cerrada suele dirigirse a lo que tiene que ver con “la parte más oscura, menos heroica y más frágil del hombre. Cómo se fabrica la Identidad, cómo se ama, cómo se preserva el mundo interior frente a la Realidad y, sobre todo, cómo se construye al Otro. Para ello, suelo fijarme en las huellas menos visibles del comportamiento humano”.

A Salem le interesan “el individuo, las historias pequeñas y las segundas oportunidades. Suelo colocar a los personajes en situaciones límite y hasta rocambolescas, pero desde un punto de vista casi doméstico”. Y siente una devoción especial por “Osvaldo Soriano, al que más debo, sin duda; y también a Calvino, Vian, Cortázar, Vonnegut, Conrad, Stevenson, Camilleri, Paco Ignacio Taibo II, Bukowski, Mendoza, David Torres, Pennac..., la lista sería interminable, porque cada vez que leo un libro y me llega, su autor me influye y me muestra unas herramientas que luego uso a mi manera”.

Riaño le toma prestado a Belen Gopegui la intención de querer dar “un pistoletazo en medio de un concierto”. “No me interesan los personajes idealizados –continúa–, admirables y generosos. No me interesa el sentimentalismo. No me interesa la eficacia. Ni la perfección. No me interesa la redención de la naturaleza del ser humano. No me interesa la ‘verdadera novela’. Ni la verdad. No me interesa hablar del mundo en el que no vivo. No me interesa una voz templada. No me interesa complacer. No me interesan las partituras. Ni los cánones. No me interesa adular. No me interesan las ideas nobles. Me interesa lo que nos destruye, y lo que nos dignifica”, manifiesta.

Sabor a novedad

Las nuevas voces han accedido a la madurez creativa en un momento marcado por la profunda transformación que han supuesto Internet y las nuevas tecnologías. Y más concretamente, de cierta alteración en el tranquilo solar literario íbero, como muestra el fenómeno Fernández Mallo y sus fragmentarias novelas “Nocilla”.

“No creo que nadie se haya asustado a estas alturas”, explica Riaño, “ni siquiera estoy convencido de que hayamos conseguido innovar en algo”. Pese a todo, prefiere “la actitud del ingenuo que piensa que todavía puede participar de este invento inacabado que es la narrativa, que la del cínico que está seguro de que como ya está todo hecho, no hay nada que hacer”. Y advierte de que “ni todo lo que sabe a nuevo es Nocilla, ni toda la Nocilla es nueva. Pero hay una cosa peor que sistematizar discursos: las malas lecturas”. Chacón subraya que “el trabajo de Fernández Mallo es muy respetable, pero me parece un estilo personal, no generacional. Para mi es como la comida china. Nada más terminar de comer te siente lleno, pero media hora más tarde parece que no has comido nada”. Salem elude caer en polémicas entre autores más postmodernos o más tradicionalista y se declara sólo “un tipo lleno de novelas tristes que hacen reír a la gente y después de la risa llega la reflexión. Sólo eso. El resto son inventos para estar en el candelero. Ganas de hablar y hablar. En estos tiempos, me temo, muchos escritores dedican más tiempo a discutir sobre literatura que a escribir novelas”.

Y si Cristina Cerrada critica que “del término posmodernidad se ha abusado hasta la nausea” y que “hoy en día se tiene demasiada fijación por las clasificaciones y, desde luego, por las etiquetas. Nos pone ‘nerviosos’ que algo ande suelto por ahí, sin pertenecer a nada”, Moreno, por su parte, se sitúa en un punto intermedio: “la Nocilla es un producto asociado a una etapa o un momento feliz de la vida, muy acorde con los tiempos de ‘vacas gordas’ que hemos vivido. Creo que tras la borrachera, hace falta un poco de alkaselser”.

Narrativa e Internet

Resulta imposible que las urgencias propiciadas por la velocidad de los cambios no afecten y se entreveren en la literatura actualizando el viejo slogan sesentaiochista, que quizás ahora rezase, trastocado, “Corre camarada, el nuevo mundo está detrás de ti”. Nuestros interlocutores no han descubierto la Red, como recientemente declaraba sin sonrojo un académico, sino que trasiegan cómodos por ella y leen y escriben esa suerte de extraño periodismo descentralizado, literario y personal de tremendo éxito que son los blogs. La pregunta obvia es si Internet genera por sí sólo una nueva narrativa.

Salem no está de acuerdo, pues “el contenido es el contenido” aunque también defiende que “la Red es el elemento literario más democrático y revolucionario desde la imprenta. Hay blogs que son verdaderas centrales de difusión de lo que se cuece y no sale en los grandes medios”. Moreno discrepa en lo que respecta a la forma (“Internet, efectivamente, nos provee de una nueva manera de hablar”) e intuye que “el contenido de la carpeta de incoming del emule puede ayudar a hacernos una idea de alguien de manera mucho más eficaz que una descripción psicológica al uso”. Félix Chacón se muestra más prosaico: “Leer blogs te quita de leer libros, así que hay que dosificarlo”.

La más escéptica frente al supuesto futuro del que la Red estaría preñada es Cerrada, a quien no le interesa especialmente lo que ocurre por allí. “Lo encuentro útil como vehículo de comunicación, o como herramienta, pero, como no sea en la temática o en la forma de difusión, no veo en qué forma podría repercutir un descubrimiento tecnológico en el surgimiento de una nueva Literatura”.

Riaño ni cree poder ganar, ni le interesa, la carrera con los nuevos tiempos: “Yo no tengo escapatoria, porque no sé hacer otra cosa. Me interesa más lo que nos rodea que los maestros antiguos. Y sobre todo el escritor debe dejar de ocupar el papel que ocupa en la industria cultural. La sacralización consentida de un ser que descorcha su pluma y construye con burbujitas picantes la realidad que deberá pasar a la posteridad es la mayor dejación de toda creación. El escritor no puede dejar de ser un paria más dentro de toda esta basura. El escritor debe dejar de serlo”.

Economía y creación

La conversación regresa, a punto de expirar, al principio, aunque en positivo: ¿pueden abrir los malos tiempos nuevas posibilidades narrativas? Chacón cree que sí, que los años aciagos “en la economía siempre han sido buenos tiempos para la creación. Por lo que sea, pero es una tónica en la historia de la Literatura. La desdicha inspira más que la felicidad”. Moreno anda también convencido de las potencialidades de la situación: “Usando una metáfora bélica, diré que esta crisis servirá para templar el acero (la pluma) de nuestros escritores. Los momentos de crisis son los más interesantes para un narrador, los más suculentos. Habrá que volver a las historias, sin duda. Y releer a Celine, a Conrad y a Fitzgerald”.

Peio Riaño discrepa: “Si creemos que hay que esperar a una crisis para contar historias, algo estamos haciendo mal. Porque entonces habremos dado a entender que nuestro primer mundo está libre de nuestra propia incapacidad. Libre de toda esa pútrida hipocresía que viste nuestras relaciones personales. Libre del odio que se cuece desde el salón de la casa hasta el semáforo de la calle. Libre de la destrucción de la dignidad y de la necesidad de reclamación. Libre de la revolución. Y entonces, será la prueba de que no tenemos ni idea de dónde venimos, quiénes somos, ni quienes queremos ser. ”

Carlos Salem lamenta que “en lo personal y económico, siempre he estado en crisis. Y en lo literario, si sumas los ecos de crisis al agotamiento del planeta y de los sistemas políticos y sociales, el resultado es un nuevo marco, imposible de adivinar, pero del que podemos –y tal vez debemos– narrar las causas, porque las consecuencias están por verse”. Finaliza Cristina Cerrada: “No lo sé. Quizá sí. Quizá un poco menos de “almíbar”, menos cosas que comprar, menos comodidades, nos haga advertir lo que de suyo tiene la existencia: básicamente, amor y muerte”.

Daniel ARJONA

lunes, 5 de enero de 2009

Reseña en Esquire de Enero, por Daniel Entrialgo




Yo también puedo escribir una jodida historia de amor
Carlos Salem
Ediciones Escalera

"Esta es la tercera vez que recomendamos
un libro de Carlos Salem en Esquire y os
juramos que no nos ha enviado un jamón
ni nada parecido (aunque estamos
abiertos a ello). Salem escribe
a cañonazos, sin complejos, no pretende
mostrar al lector los bien que escribe
y, encima, hace sonreír, es entretenido.
Después de llamar la atención con sus
dos primeras novelas, Ediciones Escalera
ha tenido a bien recopilar sus cuentos,
breves e intensos, ideales para devorar
en el autobús o en el W.C., preso de un
atasco intestinal".

domingo, 4 de enero de 2009

Camino de ida: Carlos Salem o el surrealismo aparente


Reseña de Camino de ida en LA BITACORA, de Alena Collar.
Gracias, Alena. Comentarios como el tuyo animan a seguir, contra viento y marea.
Para leer, pinchar aquí:

http://alenacollarmelgar.wordpress.com/2008/12/03/camino-de-ida-carlos-salem-o-el-surrealismo-aparente/

"Un jodido libro fantástico"


(Reseña de José Ramón Gómez en NOVELPOL)

Un jodido libro fantástico

(Yo también puedo escribir una jodida historia de amor) por Carlos Salem


Hacía tiempo que no me divertía tanto leyendo y no me refiero a troncharme de risa ni nada parecido. Divertido, uno de los diccionarios escolares de mi hija lo define así: Que divierte o hace pasar el tiempo de manera alegre y entretenida.

Y es que la narrativa de Carlos Salem es así, me atrevería a aventurar por las pocas veces que hemos coincidido o lo he podido escuchar en su breve rincón bucolicoliterario que incluso el propio Carlos Salem es una persona alegre y divertida, al menos esa es la impresión que causa a pesar de su oscura vestimenta de corsario de otros tiempos. Cuando le oyes hablar te das cuenta que a diferencia de alguna suegra él no monologa de una manera casi inconsciente, si no que su discurso te va mostrando un camino ( de ida supongo) que te atrapa desde el principio y te va echando carnaza en forma de guiños y floridos poéticos escatológicoartísticos.

El nuevo libro de relatos de título tan cínico como genial “Yo también puedo escribir una jodida historia de amor” contiene de alguna forma la esencia de todos nosotros. Me explico. Enamoramiento, amor, desamor, desengaño, soledad, nostalgia...por favor, si alguien nunca ha pasado por alguno de los anteriores estados emocionales que intente localizarme, aún no hice el doctorado y su caso podría valerme una tesis.

Carlos Salem nos cuenta esa cotidianeidad nuestra de cada día desde el punto de vista del poeta voyeur que consciente de su poderoso verbo florido lo va dosificando poco a poco, atrapándote como el buen cantaor de flamenco con cada requiebro hasta que al final acunado por su narrativa al lector no le queda otro remedio que rendirse a su lectura y atrapado por el incesante eco que deja cada final de historia se ve lanzado a devorar la siguiente de manera compulsiva.

Y aparte de toda esta cursilería adjetivada que les acabo de ofrecer y que podría despistar al posible lector de “Yo también..” Una obligada recomendación para aquellos que se sientan minimamente atraídos por este libro, lean el incide del mismo y como la Hidra aquella bicéfala no podrán apartar la vista de esta genialidad de apenas 140 páginas. Y recuerden, beban, hidrátense para no convertirse en estatua de sal.

...

YO TAMBIEN PUEDO ESCRIBIR UNA JODIDA HISTORIA DE AMOR

Carlos Salem.

EDICIONES ESCALERA, 2008.

.....

Por José Ramón Gómez


http://blognovelpol.blogia.com/2008/121601-un-jodido-libro-fantastico-yo-tambien-puedo-escribir-una-jodida-historia-de-amor.php

Vídeo de Leonardo Oyola presentando GÓLGOTA en Madrid


(Espero que el enlace funcione, porque no soy muy ducho para estas cosas. Pero merece la pena probar...)


http://video.atei.es/development/index.php?option=com_videos&task=detail&id=124&msg=&pageNo=116

Relatos negros y de los buenos



Descárgate el PDF en:
http://www.box.net/shared/0g1prjyrjy

Tras la desaparición de la añorada Gangsterera, la asociación de amigos de la novela negra no se rinde ni mucho menos, y vuelva al ataque con esta revista electrónica -de momento-, cuya calidad se define por si misma. Además del ganador y los finalistas del II Concurso de Relatos Justo Vasco, incluye cuentos de importantes firmas invitadas, y uns ilustraciones que completan el acierto del conjunto, a cargo de la artista de la plástica Amelia Beatriz Delgado Rodríguez y sus alumnos Aniel La Rosa Abascal, Alexis de Armas Cabrera y Yosel Morel Castro, de la Academia Provincial de Artes Plásticas de la ciudad de Santa Clara, Cuba. Un buen regalo de Reyes, para descargar, imprimir y conservar. Después de leer, desde luego.

ÍNDICE
EDITORIAL
ACTA DEL JURADO del II Concurso de relatos JUSTO VASCO
ANDRÉS SOLER, por Mario Marín González
THE BUSCABLANCOS CLUB, por Humberto Bonizzoni
OLGA BORODÍN, por Carlos Fernández Salinas
ES MUY FÁCIL, por Lorenzo Lunar
LA SINRAZÓN DE JOB, por Miguel Ángel Carcelén Gandía
EL TOPO, por José Ángel Mañas & Antonio Domínguez Leiva
MES DE ABRIL, por Raúl Flores Iriarte
CEMENTERIO DE CARRITOS, por Uriel Quesada
SINFONÍA PARA UN CRIMEN, por Yamilet García Zamora

viernes, 2 de enero de 2009

Carta abierta al barrio en la novela negra










Querido y odiado barrio:
Me he pasado casi un veinte años preguntándome por qué te me resistías cuando intentaba retratarte en alguna novela o en un cuento perdido. Por qué, si se me daba más o menos bien pintar con palabras los barrios ajenos (algunos en lo que había estado de visita y otros que nunca había pisado), cuando se trataba de situar la trama en el barrio-barrio-barrio, los verbos se me escapaban por el patio y los adjetivos me sonaban a hueco. Confieso que durante un tiempo me consolé al descubir que Raymond Chandler, que podía llevarte de paseo a cualquier barrio exclusivo desde la mirada sardónica de Marlowe, o recorrer los pasillos más oscuros de inqulinatos pintados de humedad, en realidad nunca me mostró el barrio en el que vivia Philip, del que no retengo más que la imagen de unos peldaños de madera (secuoya, creo), para ascender hasta la soledad polvorienta y el tablero de ajedrez, con Capablanca como único vecino y contricante de una partida inacabada,
Y cuando fui consciente de eso me dije: “coño, carlos, al menos tienes algo en común con Chandler”. Pero el subterfugio nunca me sirvió de mucho, porque periódicamente me he ido topando con autores que saben hacer del barrio el protagonista oculto de sus novelas. Policíacas, pero sobre todo novelas. David Torres, por ejemplo, que en El gran silencio me presentó a Roberto Esteban -boxeador con futuro que acaba en matón con sentimientos y más ética que un par de Roucos Varelas que yo me sé- , tiene el barrio dentro incluso en esa novela en la que apenas lo menciona. Y lo saca fuera, vuelve a él como era necesario en la reciente Niños de tiza, en la que el cabrón de Torres, dicho en el buen sentido de la palabra, además de escribir una de las mejores novelas que he leído en los últimos años, la escribe negra y con el barrio como la primera novia que siempre se recuerda.



¿Por qué, barrio, si he vivido en una treintena de barrios, ninguno es el mío cuando llega la hora de prestarle la palabra a un personaje? Y lo peor es que no dejan de salirme al paso ejemplos de escritores capaces de bailar con su barrio literario el rocanroll de la esquina, y mira que yo he tenido esquinas. Pero nada. Cuando toca escribir, siempre soy uno que pasa, un forastero que lo observa todo y a veces hasta lo comprende, un descubridor de charcos sin un charco propio en el que chapotear.
Me conformo, pero entonces me tropiezo con novelistas como el inmenso cubano de Santa Clara, Lorenzo Lunar, que tiene a su personaje Leo Marín, policía casi obligado en el barrio que lo vio nacer, el barrio monstruo con cientos de orejas, el barrio animal vivo que te devora y se queda con los huesos, el barrio que, como Lunar escribe “le ronca los cojones”. Hace menos de seis meses, cuando abrí En vez de infierno encuentres gloria, la primera novela con Marín como protagonista, no pude dormir, fascinado por la prosa de Lorenzo, pero también por la respiración del barrio, presente y doliente. Desde entonces, procuro perder ese libro, pero no lo consigo, y ya he recaído en cinco ocasiones. Para evitar la sexta, ayer me compré el segundo libro de la serie, La vida es un tango, con la esperanza de romper el sortilegio, pero ha sido peor. Además del talento enorme de mi amigo el gordo Lunar, le envidio el barrio que es una mala mujer a la que resulta imposible olvidar.
Huyo lo más lejos posible, hacia escenarios que me resulten ajenos no por geografía sino por biografía. Nunca he estado en una villa miseria de las que rodean como una acusación que nadie asume el brillo de la ciudad de Buenos Aires. Pero me bastaron las primeras diez páginas de Gólgota, de Leonardo Oyola, para anhelar inluso esa pobreza regida por severos códigos de protección mutua. Villa Scasso tiene un alma, seguramente negra pero propia, algo que no termina de soltarte nunca, algo a lo que vuelves aunque no quieras, aunque no vuelvas nunca.
Y cuando creí que me había ganado al menos un par de semanas sin padecer esta orfandad de barrio propio, llega Oscar Urra y me restriega, con A timba abierta, la pertenencia aunque sea adoptiva, al barrio de Tirso de Molina en el que llevo viviendo casi desde que empezó el nuevo siglo, el barrio que empezaba a llamar mi barrio y ya no podré hacerlo.
Supongo que existe algún nombre de sindrome para lo que me ocurre, y que alguien habrá hecho con él libros de éxito o series cutres para la tele. Yo prefiero llamarlo el Síndrome de la maceta, porque me temo que los que nunca nos hemos quedado el tiempo suficiente para ver crecer los árboles en nuestras aceras de la infacia, estamos condenados a disfrutar de las sombras prestadas por otros árboles; los que hemos hecho de nuestra vida una mudanza, sólo podemos conservar las raíces en un recipiente portátil, para que no se nos sequen. Y las regamos con el aporte de escritores de talento, como los que he nombrado o algunos más, que no enumero, para no amargarme la tarde.
Querido barrio: te odio porque no te tengo.

Atentamente,
Carlos Salem