viernes, 19 de febrero de 2010

"Matar y guardar la ropa", reseña de Guillermo Orsi








Guillermo Orsi es uno de los maestros del género, reconocido tanto en Argentina como en Europa, uno de esos autores que, cuando lo conoces en persona, piensas "¿cómo puede este tipo ser tan modesto, escribiendo lo que escribe?"
Tuve la suerte de compartir con él una cena -y algunas botellas de vino- en casa de Leonardo Oyola y Alejandra Zina, hace poco, en Buenos Aires. Confieso que las reuniones de escritores, si no hay de por medio chistes picantes o conversaciones de fútbol y amores, suelen parecerme un paseo por una de esas galerías de espejos. No fue el caso. Hablar con Orsi provocó que el periodista dormido (o cansado) que llevo en mí, tuviera ganas de volver a las andadas y entrevistarlo.
Optamos por hablar, comentar entre todos (estaba también la excelente novelista María Inés Krimer), las alegrías secretas y las miserias públicas de un oficio que a pesar de todo (o por todo eso), amamos sin manifiestos ni declaraciones, día a día.
Hubo, porque la opinión de los que pasan por lo mismo que tú, intercambio de libros, con el consiguiente temor a quedar mal con alguien que admiras.

Y hace unos días me topé con la agradable sorpresa de que Orsi había leído MATAR Y GUARDAR LA ROPA, y además le había gustado. Eso ya era bueno, muy bueno, pero no quedó ahí. Y en su blog "CAFE PORTEÑO (para mí, cortado)", Guillermo publicó la reseña cuyo inicio copio a continuación. Quién quiera leerla entera, puede pinchar en el link al final, y de paso asomarse al blog de Orsi, que no se corta un pelo a la hora de decir lo que le gusta y lo que no.
Desde aquí: gracias, Guillermo. Por leer y por contarlo, que es lo que nos gusta hacer.)




"Matar y guardar la ropa", las vacaciones de un asesino a sueldo
Guillermo Orsi


Los padres separados no la tienen tan fácil como sugieren sus ex mujeres. Ver a los niños respetando un régimen fijo de visitas, o cargar con ellos a la hora de salir de vacaciones, por ejemplo, son las ocasiones más frecuentes en las que un padre debería disfrutar de sus hijos, aunque puede complicarse cuando ese padre tiene un oficio como el de "killer" -asesino a sueldo, que le dicen.
Carlos Salem toma a su personaje, "Número Tres" -como lo mentan en la organización a la que pertenece-, también conocido por su familia como Juanito Pérez Pérez, justo a la hora del relax, del dolce far niente. Tratándose de un asesino, a primera vista no parece que contar su peripecia pudiera despertar la simpatía de nadie, mucho menos la empatía del lector. Y sin embargo Salem lo logra, sin golpes bajos, tomando distancia de los efectismos, iniciándonos en la compleja sicología del matador a partir de sus virtudes morales -que las tiene, como cualquier hijo de vecino.
La "empresa" se entromete en sus vacaciones y obliga al protagonista a cambiar de rumbo y desembarcar en un campamento nudista. El pobre tipo -porque a esta altura del relato ya estamos de su lado- no tiene en claro por qué lo mandan allí, aunque tiene sus sospechas y arma sus conjeturas, que va compartiendo -a medias- con el lector. Mientras tanto, sus hijos, su ex mujer que llega al mismo campamento y se instala en el predio vecino, otra mujer que empieza a filtrarse en su vida, relaciones circunstanciales y sospechas, muchas sospechas de que el galimatías irá a desembocar en un peligroso desenlace.
Lo que en un autor menos avezado podría sonar hasta inverosímil, Salem lo vuelve verdad. Las contradicciones del terminator español son muy humanas y el lector las comparte hasta con afecto. La muerte, materia prima de su oficio, queda lejos del escenario en el que se desarrolla el conflicto novelístico, aunque se cierna como previsible tormenta.
El juego de cajas chinas que supone la novela es parte de la trama que se irá develando, como corresponde, en las últimas páginas de "Matar y guardar la ropa". Pero en todo su desarrollo, el talento de este escritor argentino -radicado en España desde hace veinte años- nos acerca a unos personajes inquietantemente próximos. Y demuestra, como sólo la literatura puede hacerlo, que ninguna conducta humana se gesta en soledad, que todo lo frágil y lo muy poco que habrá de trascendernos lo aporta la vida en sociedad, las relaciones de poder, los desencuentros del amor, la vieja canción de las penas sin consuelo.


http://guillermoorsi.blogspot.com/2010/02/matar-y-guardar-la-ropa-las-vacaciones.html

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