martes, 15 de marzo de 2011

Crítica de" Matar y guardar la ropa", en Timp Pierdut

http://vicenterosenstock.blogspot.com/2011/03/critica-de-matar-y-guardar-la-ropa-de.html

Los espejos del ascensor nos rpeiten, creando a partir de los cuatro pasajeros una multitud de clones. Es un ascensor moderno, como el edificio, y hace un momento, cunado suvíamos el hombre del traje azul y yo, en la planta número catorce, se me antojó un truco de feria, un truco cruel, porque en lugar de deformarnos, la óptima calidad óptica de los espejos nos mostraba con precisión. Y eso duele.


~Carlos Salem, Primer párrafo de Matar y guardar la ropa.




Hay novelas que se saborean, casi página por página. Manchan el paladar y lo impregnan de cada una de sus frases. Como el buen jamón, o el vino, como más se disfrutan es recordándolas, En esas obras, leer no es más que un paréntesis de sentir, un paro en la reflexión.

Pero no. No es este el caso de Matar y guardar la ropa, segunda novela del escritor argentino (Afincado en Madrid) Carlos Salem. Matar y guardar la boca no se paladea: se devora. Frase por frase, capítulo por capítulo: una vez la pruebas no puedes sino seguir. Como el eslogan de aquellas patatas insulsas. Ya no hay stop.

No sabría decir qué tipo de novela me gusta más. Son estilos distintos, supongo. También están las novelas que ni se degustan ni se engullen, novelas que se escupen casi al instante de probarlas.

Pero ésa es otra historia. A Salem se le devora con gusto. La novela negra, bien escrita, es lo que tiene. Se lee rápido, para que no se enfríe. Abandonar un libro de este género a la mitad para continuar uno, dos meses después es casi un acto delictivo. Sus indicaciones son similares a las del yogur líquido: Agitar antes de usar, consumir preferentemente en un plazo no superior a una semana.

El problema de la novela negra es que repetirse es muy sencillo. Son cientos (Por no decir miles) los ejemplares casi clónicos que pueblan las estanterías y que solo se distinguen por el color de la portada y un par de ingredientes distintos. Aquí, un agente de seguros. Esta otra la protagoniza el asesino. Por eso Salem se agradece, por conseguir, a base de los clásicos ingredientes, un libro original.

Y eso, ya entrado el siglo XXI, no es de perogrullo. Porque sobran historias ambientadas en las oscuras calles de la gran ciudad (Véase Nueva York, Londres o incluso Madrid), por eso Salem se agradece.

Porque un camping (Nudista, nada menos) de Murcia puede ser igual de válido para un crimen que las callejuelas del Bronx, por eso Salem se agradece.

Porque fulano de tal Juanito Pérez Pérez es un nombre tan digno como James Bond, por eso Salem se agradece. Por evitar a los personajes sin pasado ni futuro, por su habilidad para mantener el suspense (Que atrapa desde el principio) y al mismo tiempo sacarte una sonrisa, por evitar las trampas que insultan al lector.

Por eso Salem se agradece.

En definitiva, una lectura entretenida y agradable, fácil de leer pero no por ello simplona. La técnica de Salem es, en una palabra (Generalista, pero acertada), envidiable.

Y si no me creéis, ya sabéis: echadle un ojo y juzgad vosotros mismos.


Susurrado por Vicente Rosenstock a las 16:18

lunes, 14 de marzo de 2011

Con Argemí y Orsi, en Clarín

Los referentes del policial español son argentinos
 y están inéditos en el país


Están premiados y traducidos en el resto de Europa:
son tres “negros” criollos que brillan en España.




POR ALEJANDRA ZINA, ESPECIAL PARA CLARÍN

En España son premiados, están traducidos a varios idiomas –inglés, francés, alemán, holandés, italiano– y los celebran lectores, editores, y críticos. Son Guillermo Orsi, Raúl Argemí y Carlos Salem: el trío mejor guardado de la literatura policial argentina, referentes del género negro ibérico. Pese a que llevan más de tres décadas en el oficio, la popularidad les llegó del otro lado del océano.
“En el 2001 gané el Premio Felipe Trigo con Los muertos siempre pierden los zapatos . Estaba tan seguro de que no le darían bola, por ser tan argentina, que hasta me olvidé de que la había enviado. Pero un día me llamaron para decirme que había ganado, y comencé a publicar novelas que había escrito o comenzado a escribir allá”. Allá es acá, y el que habla es Raúl Argemí desde su casa en Barcelona. Nacido en 1946 en La Plata, pasó unos años en Río Negro antes de cruzar el Atlántico en el 2000. Lleva publicadas las novelas Penúltimo nombre de guerra (Premio Dashiell Hammett), Patagonia Chu Chu y Retrato de familia con muerta (recreación ficcional del crimen de María Marta García Belsunce, Premio internacional de Novela Negra L´H Confidencial), entre otras obras. El mundo de Argemí es áspero y compacto como el desierto patagónico donde transcurren muchas de sus historias. Su estilo, inspirado en el humor crudo de Roberto Arlt, recrea climas que van de lo sórdido a lo nostálgico y de lo íntimo a lo político. Una prosa que suena a tango, country y rock & roll.
Un concurso fue también la puerta de entrada de Guillermo Orsi. “En España me publicaron en 2004, cuando obtuve el Premio Umbriel/Semana Negra por Sueños de perro . Nacido el mismo año que Argemí, Orsi reside desde 1995 en el Valle de Calamuchita, Córdoba. Algunas de sus obras son El vagón de los locos (Premio Emecé), Buscadores de oro , Nadie ama a un policía (Premio Internacional de Carmona) y Ciudad Santa (Premio Dashiell Hammett). En su literatura predomina cierto sentido del deber, un código de honor que lleva a los personajes a meterse en la boca del lobo. El lobo es la metrópoli contemporánea poblada de narcos, ex torturadores reciclados, policías corruptos, inmigrantes ilegales.

El caso de Salem fue distinto. “Hasta mayo de 2007 era inédito. Ese año se publicó mi novela Camino de ida en la editorial Salto de Página. El resto es tan vertiginoso que prefiero no pensarlo, en cuatro años publiqué nueve libros”. Carlos Salem nació en Buenos Aires en 1959, y reside en España desde 1988. A Camino de ida , ganadora del Premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón, le siguieron Matar y guardar la ropa (Premio París Noir 2010 en su versión traducida), Pero sigo siendo el rey , y Cracovia sin ti (Premio Seseña de Novela). Sus novelas son aventuras desmesuradas con una pizca de policial negro, algo del humor de Leslie Nielsen, un dejo de nostalgia que recuerda a Soriano, momentos de alto voltaje erótico y lenguas filosas para los personajes, que no son tan perdedores como uno creería.

Publicar en España significó para Argemí depurar el lenguaje coloquial, y dosificarlo “como un pintor dosifica los colores”. Para Orsi, en cambio, es una tensión que ni los glosarios ni las notas al pie pueden resolver. Distinto de Salem, argeñol asumido, que escribe en el español de allá conservando “esa pequeña distancia que te permite ser cínicamente tierno en los dos lados del charco”.

A todos los premios que ya tiene, es muy probable que uno de los tres sume un premio en octubre de este año: están nominados para el Premio de novela del festival “Toulouse Polars du Sud” de esa ciudad de Francia.
¿Entonces por qué todavía no son conocidos en su tierra? Para Ernesto Mallo, un maestro del género negro, “hay muchos editores a quienes les gusta la literatura de Argemí, Orsi y Salem, y que les encantaría publicarlos, pero tienen que matar los manuscritos. Como dicen los mafiosos: no es nada personal, es negocio. A estos tipos les sobra algo, es eso”, remata el autor de Delincuente argentino .

El trío negro criollo

“La habilidad de Salem está en su capacidad para que convivan escenas de muchísimo humor en un policial sin quebrar la trama. En cualquier novela es difícil, pero mucho más en el ambiente sucio de la novela negra”.
Patricio Zunini. Coordinador del Filba.

“Un tipo old fashion, con la seguridad del que está de vuelta y no tiene que vender sabiduría. Disfruto de sus novelas esa mirada que tienen sus narradores. Resignadas. Pero sin perder el sentido del humor”.
Leonardo Oyola. Escritor.

“´¿Cómo este hombre no está editado en Argentina?’, me preguntó Magnus en un festival alemán. Lo mismo sentí al escucharlo leer: una novela bien escrita, interesante, que se siente verdadera y que da ganas de leer”.
Claudia Piñeiro. Escritora.