lunes, 28 de septiembre de 2009

En La Biblioteca Imaginaria


Título: Pero sigo siendo el rey
Autor: Carlos Salem
Editorial: Salto de página
Págs: 352
Precio: 21,95 €

Por Pedro Crenes Castro

Txema Arregui tiene una misión: buscar al “número Uno”. La orden le viene de “Buster”, el Ministro del Interior español. El “número Uno”, que no es ni más ni menos que el Rey Don Juan Carlos ha desaparecido dejando una extraña y elocuente nota: “Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad”. A partir de aquí, nada es lo que parece y todo apunta a una trama que tendremos que desvelar paso a paso junto a un grupo de personajes extravagantes y muy humanos.

“Pero sigo siendo el rey” (Editorial Salto de página, 2009), la tercera novela del escritor “argenñol” Carlos Salem (Semana negra de Gijón, Buenos Aires, 1958), nos ofrece una historia hilarante, tierna y trepidante donde a cada paso nos sale al encuentro una pista más que tenemos que seguir hasta llegar al desenlace de esta historia que os reconciliará con la novela negra si es que algún día tuvisteis alguna decepción con ella.


(Texto completo en:)

http://www.labibliotecaimaginaria.es/page10.php?post=374

ENTREVISTA

¿Cómo nace “Pero sigo siendo el rey”?
Desde hace años quería escribir una novela que hablara de España, de la España que conozco y de la que formo parte, después de veinte años aquí. También llevaba tiempo con ganas de escribir el primer “caso” para mi propio detective, Txema Arregui, que camina desde hace mucho tiempo, esperando su momento. Un día esas dos necesidades se encontraron y surgió la novela…

Las situaciones de la novela me recuerdan mucho a la película “Amanece que no es poco”. Es totalmente surrealista todo lo que ocurre en la novela ¿a qué se debe este punto de vista para contar tu historia?
Me lo han dicho ya en varias ocasiones y suelo responder lo mismo: si la novela recuerda a “Amanece que no es poco” y yo quería contar mi España, será tal vez porque esa película define más de esa España que cinco tomos de sociología y cuatro de historia. En realidad, no creo que todo lo que ocurre en la novela sea surrealista. Hay una parte, la segunda del libro, que usa ese lenguaje para hablar de cosas de de otro modo sonarían a moraleja y coñazo: la España frenada a doscientos metros de muchas autovías, la guerra civil que sigue sin acabar para mucha gente, o la gloriosa sensación de país a medio hacer que te asalta en cualquier esquina. Todo esto visto desde dentro, con cariño. En mi primera novela, “Camino de ida”, uno de los personajes que también aparecen aquí, Soldati, señalaba que en España se sentía como en la Argentina, “porque acá también lo atan todo con alambre”. El surrealismo de la primera y la tercera parte del libro es de otro origen, es el que te encuentras cada mañana o cada noche si paseas por mi barrio, Lavapiés…

¿Cómo se te ocurrió meter en este fregado al Rey? Hay dos motivos básicos. Uno es que desde que vine a vivir aquí y, como periodista estudié la biografía de los personajes relevantes en la política y la cultura española, me llamó la atención del rey ese momento, cuando con diez años de edad, su familia decide confiar a Franco su educación, es decir su futuro. Me imaginaba a un niño de diez años, en 1948, que jugaba en la playa de Estoril y de pronto es nombrado príncipe de nada… También está el hecho de que el Rey formaba parte de la historia vital de Arregui, que ya dejé ver en “Matar y guardar la ropa”. Cinco años antes de la acción de “Pero sigo…”, un Arregui que aún era policía salva al Rey casi por casualidad de un secuestro, y eso le cambia la vida, porque el mismo día dos yonquis anacrónicos matan a la mujer que amaba para robarle el bolso. Así que cuando ideaba el primer libro de Arregui me dije, ¿por qué no hacer que vuelva a encontrarse con el Rey? Y el contraste entre el anciano con entusiasmo de niño y el hombre aún joven pero que ya comienza temer a la vejez, me pareció fascinante…


Novela negra-surrealista ¿te parece bien es denominación?

La verdad, no. Pero cuando uno escribe una novela no es dueño de la percepción que tengan los lectores. Y los críticos y los que escriben reseñas, al menos los que a mí me gustan, son ante todo lectores. Así que admito cualquier denominación que se quiera utilizar. Sólo me molesta un poco cuando califican mis escritos como de “parodia” porque no es lo que hago. De hecho, tengo escritas algunas parodias y en ellas no cabe la ternura ni la melancolía. En mis novelas publicadas, creo que sí. Otra cosa es que use el humor del absurdo cotidiano para contar, sin letreros indicadores, otras cosas. Por ejemplo, en esta novela hablo mucho del miedo a envejecer, del temor a que el tiempo nos frene, pero lo hago con algo de humor, para no resultar pedante. Suelo decir, y no para provocar, que el humor tiene muchos efectos secundarios positivos, pero el principal es que combate la solemnidad en la literatura. Y, desde mi punto de vista, la solemnidad mata al arte, o evita que se le ponga dura…

¿Cómo llegaste a la novela negra como escritor?
La novela negra es el género más generoso que existe, porque no te pide nada y te da todas las posibilidades. Por lo general, sucede dentro de una situación límite, y ese es un escenario ideal para llevar al extremo a los personajes. En una crisis uno es quien suele ser, pero también todos los otros que ha sido o podría ser. Además, y en contra de opiniones más importantes que la mía, sostengo que la novela negra es, sobre todo, una novela de personajes. Es inevitable que reflejes. En mayor o menor medida, la sociedad en la que ocurre, pero para mí, lo que importa en una novela negra es el personaje y lo que le ocurre, que siempre está condicionado por su tiempo o por su historia. Hace poco releía “Ocho millones de maneras de morir”, de Block, y volvió a maravillarme, pero no tanto por lo que cuenta de la prostitución o de una ciudad como Nuevas York, en la que la vida no vale nada, como por la lucha de Matthew Scudder con la culpa y el alcohol, esa pelea desigual por mantener un código de decencia que sólo le vale a él, porque es el suyo…


No parodias pero retratas. En el fondo las rivalidades políticas, las sinfonías perdidas o el olvido del pasado ¿es todo parte del lado surrealista de la vida?
Sin ninguna duda, basta leer los diarios o asomarse a la ventana. En los veinte años que llevo aquí, España ha cambiado tanto que por momentos vuelve a parecer la misma de cuando llegué a Barajas por primera vez y tiré de la cadena del váter en el baño del aeropuerto, para ver si lo de Corilis era verdad.


Cameo prodigioso de Paco Ignacio Taibo II ¿Por qué?
Porque soy un forofo violento de su detective Belascoarán, que para mí es uno de los más logrados que he leído, a la altura de Marlowe o el injustamente olvidado Lew Archer de Ross Mac Donald. Y porque me gustaría llegar a ser como Paco: un tipo con docenas de libros, que sigue entusiasmándose con el nuevo que escribe como si fuera el primero. Además, lo de la capacidad para adivinar la procedencia de las cocacolas es cierto. Aunque yo lo exageré un poco en la novela, pero no demasiado…

Txema Arregui es el típico detective arrogante y gris ¿es necesaria tanta tristeza par ser un buen detective de novela negra?
Admito que, además de “Taibiano”, soy profundamente Chandleriano. Y Arregui es un sobrino vasco de Marlowe. Creo que su arrogancia es aparente, en realidad Arregui es un tipo brillante a su manera, pero que se siente gris por dentro. Un hombre frenado, como asume en un momento de la novela, que teme no poder seguir siendo el que eligió ser. El título, “Pero sigo siendo el rey”, va más por Arregui que por Juan Carlos. Soy un ferviente defensor del detective privado como figura literaria, porque encarna al vecino de al lado que hace lo que yo no me atrevo a hacer. Y no tiene el amparo de un cargo oficial ni el respaldo del Estado. Sólo sabe está seguro de cuatro cosas pero es capaz de llegar hasta el final para defenderlas…

Los disfraces son una metáfora de la propia pérdida de la identidad y su búsqueda en Txema. (el Rey por su lado disfruta por un lado siendo totalmente otro, perdiendo momentáneamente su identidad). ¿Qué opinas?
Creo que sí, pero en Txema los disfraces son también una vía de escape para ser otro por un rato, una diversión de niño que no le pega nada al Arregui que rompe narices o se enfrenta a poderes mayores. Eso, como su falta de decisión para enfrentar el amor, son indicios de que este hombre fuerte y decidido es también un crío con miedo a despertar una mañana y descubrir que se ha vuelto viejo…

No puedo dejar de comentarte que “Buster”, el Ministro de Interior de tu novela le pega a la perfección al Ministro Rubalcaba. ¿Qué opinas?
Podría ser. Es curioso ver a gente de origen progresista al frente de un ministerio como el de Interior. “Buster” representa para mí al político que intenta no cambiar en lo esencial los ideales que lo llevaron hasta donde está, pero se vigila todo el tiempo en los espejos para ver si no ha cambiado sin darse cuenta…

¿Tienes algún personaje más que vaya a crecer como lo hizo Txema Arregui?
Sí. Hay toda una serie de novelas en torno al Poe, un ex escritor borrachín y cínico al que se le pegan todos los locos que andan sueltos por Madrid, que acabará por cruzarse con Arregui y hasta puede que acabe trabajando junto a él en algún caso. Por lo pronto, aparecerá en breve como protagonista de la mayoría de los cuentos de mi próximo libro “Yo lloré con Terminator 2 (Relatos de cerveza-ficción)”


¿Qué lees en estos días?

Suelo leer varios libros al mismo tiempo. Ahora estoy acabando con la excelente “Sé que mi padre decía”, de Willy Uribe, y con “1969”, de Jerónimo Tristante, que también me ha fascinado. Y esta mañana terminé con “Oro ciego”, de Alejandro Hernández, que ya se ha ganado en lugar en la estantería de los libros que releo cada dos años, porque es una maravilla.

¿La cuarta para cuando? ¿Volverá Txema?
La cuarta sale en enero, aunque no será negra, bueno, no del todo. Se titula “Cracovia sin ti” y es la novela con la que gané el Premio Internacional Ciudad de Seseña. Una historia de amor urbano nada ñoña, en la que Arregui hace un cameo importante. Me gusta mucho y espero que a los lectores les guste tanto como al jurado del premio. Es una historia contada a lo Jorge Amado pero transcurre en el Madrid que conozco y amo. Y Txema volverá pronto con novela propia, aunque no sé si será lo siguiente que publique. Trabajo ahora en tres novelas diferentes, una de ellas de Arregui, porque mi método de escritura es pésimo para la salud pero me divierte mucho: avanzo sin prisa con varias ideas que me gustan, dejándolas madurar, hasta que una mañana me levanto y digo: esta. Y me pongo a escribir y la termino.

Dos novelas negras para recomendar.
Iba a decir lo que digo siempre: “El Largo Adiós· de Chandler y “Triste, solitario y final” de Osvaldo Soriano, pero hay excelentes novelas negras y casi recién salidas que me gustaría recomendar: “Así murió el poeta Guadalupe”, de Cristina Fallarás, y “La mala espera”, de Marcelo Luján, que ganó el Premio Getafe de Novela Negra y es una incorporación brillante al panorama negro en español.

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