domingo, 24 de enero de 2010
Entrevista en el diario argentino "Crítica"
Javier Sinay 14.01.2010
Es argentino, pero se fue del país en los 80. Vive en Madrid, donde empezó a publicar (y a ganar premios) hace tres años. Revelación de ese género literario, se entusiasma con un pronto desembarco en el Río de la Plata.
Con una voz gruesa y áspera, acaso forjada por la falta de sueño, posiblemente enviciada por los coloquios infinitos de la madrugada, sin dudas curtida por el tabaco y el alcohol, Carlos Salem habla sin parar. Tiene un acento ameno que combina español y argentino sin terminar de definirse por ninguno: es que nació acá, pero vivé allá hace veinte años. Y allá viene desarrollando, por ahora, su carrera como escritor. Un pañuelo negro cubre su cabeza y le da un aire rudo, pero es un tipo bastante simpático. A los 50 años, podría ser uno de sus propios personajes: gente que va por el mundo esquivando aprietos (y aprietes) con mucho humor y dosis desiguales de dignidad, a veces más, a veces menos.
Él habla sin parar y así también escribe: en tres años publicó novelas, cuentos y poemas, entre los que destacan Camino de ida (publicada en 2007, premio Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón 2008; finalista del Premio 813 de la Asociación Europea de Amigos de la Literatura Policial; y según la revista Lire, una de las diez mejores novelas policiales publicadas en Francia en 2009), Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (finalista del premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España en 2008) y el poemario Si Dios me pide un bloody mary. Pero hay más títulos, muchísimos más. “Me parece interesante que la gente conozca el ralle que tengo en la cabeza”, dice, al pasar.
Su estilo, deudor de Soriano, Chandler y Bukowski, ajusta tornillos violentos con rulemanes humorísticos en un motor que funciona gracias al combustible de una cosmovisión mordaz: lo suyo es la novela negra. “Hoy hay dos tipos de personas que se acercan a este género”, señala Salem. “Está el que cree que es como un traje o un vestidito negro que te salva de cualquier fiesta (y que fracasa porque los lectores no somos tontos, aunque muchas veces nos tomen como tales); y el que es un gran admirador de Chandler, de Hammet, de Paco Ignacio Taibo II y de un montón de gente… Pero ése además debe contar sus historias propias”.
(Texto completo, pinchando abajo)
http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=36931
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