domingo, 2 de mayo de 2010

En EL CULTURAL de EL MUNDO

¿Qué contienen los libros de este “boludo envenenado” de Bukovski, Soriano, Chandler… y otras cosas, para que el “territorio” por ellos creado lo frecuenten lectores de muy distinta condición encantados del disfrute? ¿Cómo explicar que lo publicado desde 2007 (dos volúmenes de relatos -Yo también puedo escribir una jodida historia de amor, y el último, Yo lloré con Terminator 2-, y tres reconocidas novelas -Camino de ida, Matar y guardar la ropa y Pero sigo siendo el rey), le sitúe en un lugar relevante entre los que manejan con habilidad intrigas inusuales, y prometedor dentro del panorama de la narrativa actual? Le avala, desde luego, una intuición narrativa entreverada de ingenio, humor y desamparo; y se ampara en una pericia incuestionable para idear historias que se citan entre ellas, dando cobijo a tipos que deambulan de una a otra desde una opción estética que apela a la verosimilitud y, en virtud de ella, los llena de pliegues y matices sincopados, sin renunciar a ofrecerlos con profundidad.

Yo lloré con Terminator 2, (subtitulado Relatos de cerveza-ficción) sugiere que lo que ofrece contiene virtudes ya probadas, como así es. De hecho los 14 relatos, siendo una sabrosa muestra de su ideario creativo, no aportan grandes sorpresas, pero se disfrutan en sí mismos. El prólogo que los encabeza explicita su opción estética y reitera con ocurrentes principios su baza literaria. Baza que insiste en reivindicar el disfrute del goce de narrar, ante todo “porque sí”, y que atiende con sensibilidad y buen tino a lo que está a su alcance. Aunque se le puede reprochar que el acento creativo incide en los argumentos más que en explorar la construcción novelesca, o en experimentar con otros registros (como en “El petiso argentino”, donde da cuenta del horror nazi con acento argentino ¡De los mejores!)

Aun así sobran razones para recomendarlos. Los 14 funcionan con absoluta autonomía, sin renunciar a cierta contigüidad de sentido. La idea es sacar a escena el “bar”, su zona más explorada, para urdir, desde él, situaciones no previstas. Ése es el lugar de encuentro de los habituales: están “Lola”, “Hardly”, “Rai”, “Toni”, los “majaras” de turno, los policías “Perro” y “Gato”, que llegan con historias de la calle (“Treinta y tres orejas como alas de mariposa” y “El albañil cósmico”) y se las confían a “Poe”, el narrador de gran parte de los relatos. La excusa permite al autor exhibir su manejo del suspense y de la intensidad en cada trama. En ese arte se reafirma. ¡Es bueno este boludo de Salem! Razón de peso para seguir exigiéndole más.

Pilar CASTRO





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