domingo, 26 de octubre de 2008

Matar y guardar la ropa en Radio Ćírculo



(¿Te acordás, hermano qué tiempos aquellos?)

Emisión del 24-10-2008 de la sección Matar y Guardar la ropa en el programa La Cuadratura del Círculo,

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Carta abierta a Leonardo Oyola (Para ser leída dentro de 30 años)
Relato Los 200 de NOVELPOL: "Negocio Familiar", de Inés Pradilla (Leído por Mariano Crespo)


Carta a Leonardo Oyola (para ser leída dentro de 30 años)


Madrid, 24 de octubre de 2038

Hola Leo,
¿Como andás? Ayer me acordé de vos y por la noche, como si te hubiera invocado, pasaron tu entrevista global por mocovisión. Parece mentira, ¿no? Cuando nos conocimos, hacer treinta años, lo más moderno eran las pantallas de plasma, pero no pararon hasta llegar a las de moco. La imagen es mejor, no se puede negar, pero si tocás la tele, te quedás pegado. Es que el moco es y será moco. Te vi bien, un poco más jovato, pero eso nos pasa a todos, y me hizo gracia tu desconcierto cuando la robo-presentadora (no se diferencian mucho de las de carne y silicona de hace 30 años, la verdad), te dijo que ya se te consideraba un clásico. Te sorprendiste, Leo, pero yo no.
Lo sabía. Desde hace treinta años, más o menos. ¿Te acordás de nuestra primera Semana Negra de Gijón? Dos novatos, alucinando con todo y con la cercanía de los escritores consagrados. Ese año ganaste el premio Dashiel Hammett con tu primera novela editada en España, por Salto de página, como no: CHAMAMÉ. Yo ya había leído tu segunda novela española: GÓLGOTA, y sospeché que ibas a ser un clásico. No sólo de la novela policial, sino un clásico en vida de la literatura.
¿Te acordás de CHAMAMÉ, esa historia de amistad y venganza entre dos malandrines que se perseguían por la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay? ¿como se llamaban? Ah, si: Manuel Ovejero, el perro, y el Pastor Noé, el que escuchaba las canciones de la radio y como estaba pirado creía que era dios que le hablaba. Con GÓLGOTA te descubrí la hilacha, es decir el hilo conductor de tu obra, la preocupación primera de todo lo que escribiste después: La amistad. No sé si eras consciente del todo de eso, ahora seguro que sí, ya cumpliste los 65 años y lo tenés que saber. (Aunque yo, que en diciembre cumplo los 79, todavía tengo que aprender un montón de cosas). Amistad había entre el Perro y Noe, aunque uno quisiera matar al otro por mejicanearle el botín. Amistad había en GÓLGOTA entre esos dos policías tan diferentes y tan cerca de las leyes del mundo sin ley de las chabolas: El Lagarto y el Calavera. Amistad hasta el final, basada en la necesidad de impartir justicia incluso por encima de la Justicia. Y amistad hubo en tu segunda novela Argentina, SANTERÍA, que acá en España costó conseguir al principio, pero que los seguidores que ya tenías a este lado del charco, rastreaban por las librerías especializadas como Estudio en Escarlata en Madrid o Negra y criminal en Barcelona. La protagonista de esa serie de cuatro novelas (¿te imaginabas que la iban a llevar al cine tan pronto?), esa adivina de culo firme conocida como la Víbora Blanca, era capaz de enfrentar a los poderes más grandes en una zona de buenos aires destinada a desaparecer para que instalaran en su lugar Puerto Madero, el símbolo pijo de una ciudad que siempre escondió a sus pobres. Pero la Víbora no era nada sin la amistad de ese policía veterano, cansado y fanático de San Jorge.
Y cuando me mandaste la quinta novela publicada en tres años, HACÉ QUE LA NOCHE VENGA, la amistad estaba ahí, latente, entre el atorrante protagonista y el ingeniero amante del jazz, la música, siempre la música como banda sonora de tu obra, a lo mejor porque hace que la gente se entienda con menos palabras. Leí HACÉ y también tu primera novela: SIETE Y EL TIGRE HARAPIENTO, y lo supe con toda certeza: ibas a ser un clásico y la amistad iba estar siempre ahí, incluso en tus libros más descarnados.
Ahora CHAMAMÉ se enseña en los colegios y uno de esos actores de Hollywood que son puro musculito pero tienen cara de no aguantarse un buen frentoki, está por protagonizar la tercera versión, esta vez holográfica, de GÓLGOTA para el cine.
No te hablo de los 18 libros que vinieron después, porque sería repetirme: ibas para clásico, sin buscarlo ni saberlo, ya entonces, cuando entrábamos juntos a presentar un libro a la Casa de América y el segurata, al ver nuestras pintas, echaba mano a la cartuchera y miraba qué puerta le quedaba más a mano para rajar. Lo bueno es que no pensabas en la posteridad, sino en la próxima novela, como ahora, y por eso llegaste a clásico sin darte cuenta.
Aunque sé que no te jode, no te amargués por lo del Nobel: ya sabés cómo son los suecos: te ponen en la terrna porque la gente lo pide, pero todavía les asusta el rocaknrol.
Pero ya caerá. De momento, consoláte, viejo verde, con las miles y miles de suequitas que suspiran leyendo tus libros traducidos a su idioma de nubes.
Imaginatelas en la cama, leyendo en su lengua, el primer capítulo de CHAMAMÉ:
Nunca empieza.
Explota.
De una.
Esta canción que ya tiene sus años.
Y aún así me hace mover.
Corte que no puede ser rocanrolol las veinticuatro horas, Guns N' roses.


Y sí que puede ser las 24 horas. Y 30 años más, también.
Un abrazo, enfant terrible.
Y nos vemos en Gijón. Aunque yo tenga que ir en silla de ruedas.
Atentamente
Carlos Salem

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