Crítica de Jorge Eduardo Benavides para MERCURIO
Una cuestión imprescindible que nadie debe olvidar cuando se lee alguna novela de género negro –en realidad,de cualquier género– es que ante todo se trata de literatura. Y esta se maneja con idénticos criterios de exigencia para cualquier ficción literaria. Es cierto que el género impone a la historia ceñirse a ciertas coordenadas y trabajar con elementos característicos:la intriga,
la investigación, el detective, algún cadáver, mucho whisky... elementos todos estos que al mismo tiempo le hacen correr el peor de los riesgos, a saber: que se convierta en un pastiche, una caricatura del género en si. Por ellos, Matar y guardar la ropa, del hispano argentino Carlos salem, logra un indiscutible sobresaliente respecto al desafío que supone abordar una historia que observa todos los requisitos del género y que agrega otros, de personalísima cosecha, para darle frescura y vitalidad a la narración. Juanito Pérez Pérez, con su cuarentena a cuestas, se halla en una encrucijada personal, pues lleva una vida más bien pusilánime de oscuro vendedor mayorista de artículos higiénicos, enfrentado a la decepción y el reproche constante de su ex mujer, así como al posible desencanto de sus hijos, que están en esa edad en que papá ya no es más un superhéroe sino simplemente papá. Y Juanito Pérez Pérez es un simple papá por excelencia. Pero no sólo: también es el número tres. Pertenece a una organización confusamente mercenaria que le hace llevar una doble e inquietante vida de la que los suyos no tienen –ni pueden tener– la más mínima idea. La novela se pone en marcha cuando dicha organización le encarga un trabajo especial, en una playa nudista, haciendo trizas sus planes de unas vacaciones tranquilas con sus hijos, a quienes se ve obligado a llevar consigo. En la playa nudista coincide con su ex mujer y su actual novio, un juez brillante y valiente por el que Pérez Pérez (más bien el número tres) siente gran admiración. Y aparece un amigo de la infancia. Y también algún que otro siniestro personaje de la organización.
Y un viejo escritor de novela negra, elegante, agudo y que cumple a cabalidad con el papel de padre para Juanito Pérez Pérez.
Pues con estos elementos que rozan peligrosamente lo esperpéntico y el pastiche, Salem ha logrado construir una novela inteligente que no otorga el mínimo respiro al lector, pulverizando todas las
posibles salidas a la intriga que crece arborescente, como una tupida tela de araña, envolviendo desde el principio a los personajes y de paso cualquier resquemor del lector que sigue página a página la evolución de esta trama bien dosificada, ingeniosa, llena de trampas, como exige lo
mejor del género negro. Ahora bien, parte de la ficción tiene presente un cierto animus iocandi que actúa como catalizador entre la tensión argumental y el dramatismo de la situación personal que se nos cuenta, más allá de la impe cable trama que funciona sin fisuras ni desperfectos. Y es que la historia no descuida en ningún momento que Juanito Pérez Pérez está viviendo una crisis personal, un momento particularmente difícil de su vida en que parece sentirse acabado, sin posibilidad de redención, además: es un tipo peligroso como asesino a sueldo, pero también parece serlo (o al menos él lo cree) como padre o como pareja. Esa terrible unicidad en el desamparo del personaje es lo que constituye una de las bazas mejores con las que Salem hace de Matar y guardar la ropa una novela magnífica, más allá de los convencionalismos del género.
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