jueves, 8 de enero de 2009
El cultural de El Mundo
De izq. a dcha.: Peio H. Riaño, Javier Moreno, Cristina Cerrada, Carlos Salem y Félix Chacón en el Bukowski Club de Madrid.
Apuestas literarias para tiempos difíciles
El Cultural conversa con cinco novelistas alternativos cargados de futuro
http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/24542/Apuestas_literarias_para_tiempos_dificiles
Se podría presentar a estos autores como narradores de corta trayectoria, la mayoría primerizos, que han estrenado novela recientemente, obras sugerentes y rompedoras en las que abundan las innovaciones formales, en sellos pequeños y casi marginales, cuyo trabajo audaz y desinteresado les torna en auténticos titanes frente a los criterios de rentabilización inmediata que rigen en las grandes casas, obras que han contado con una importante acogida, pese a todas las dificultades. Son Peio H. Riaño, Carlos Salem, Javier Moreno, Félix Chacón y Cristina Cerrada. Apuestas de futuro para los malos tiempos.
Peio H. Riaño (Madrid, 1975) es jefe de Culturas en el diario Público y ha firmado con Todo lleva carne (Caballo de Troya, 2008) lo que se suele llamar, en cuanto las cosas no parecen las habituales, “una novela inclasificable”, conjunto de textos breves y fragmentarios de inspiración urbana y perecquiana del que Care Santos afinó, precisamente, que no era un libro, “es un mazazo. Por eso no hay que perdérselo”.
Carlos Salem (Buenos Aires, 1959) es un porteño que lleva más de 20 años en Madrid, donde fundó un bar malasañero conocido por sus habituales y sorprendentes recitales poéticos, el Bukowski club (San Vicente Ferrer, 25). Salem ha concluido un año fantástico. Obtuvo el premio Novela Negra de Gijón por Camino de Ida (2007) y conquistó a la crítica con su segunda novela, Matar y guardar la ropa, “un acierto y una garantía de diversión”, según Pilar Castro. Acaban de aterrizar en las librerías sus dos últimas obras, el poemario Si dios me pide un bloody mary (Ya lo dijo Casimiro Parker) y la recopilación de relatos Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (Escalera).
El profesor de matemáticas Javier Moreno (Murcia, 1972) ha hecho suyas las propuestas literarias más arriesgadas con una aventura de “fantaciencia” (a saber, la ciencia ficción ejerciendo sus efectos en el presente) con la que practica literatura con metáforas y conceptos de las ciencia moderna y que ha titulado Click (Candaya). Por ella acaba de ser elegido “Nuevo talento FNAC”.
Félix Chacón (Toledo, 1972), que imparte clases de lengua en un centro de su ciudad natal, ha logrado publicar su primera obra, Entelequia (Inéditor), la historia de amor “diferente” de un manchego en el Madrid de los 90 con la que en el año 2000 se presentó, más por hacer la broma que otra cosa, según confiesa, al premio Planeta y que sorprendentemente llegó hasta la final del mismo.
Por último, Cristina Cerrada (Madrid, 1970), novelista y profesora de escritura creativa en el Hotel Kafka, se ha llevado en 2008 el XIV premio de Narrativa Lengua de Trapo por La mujer calva, donde, en la línea de sus obras precedentes, narra con una aparente sencillez que guarda profundas oquedades la difícil relación entre una mujer divorciada y su madre enferma.
Con ellos hemos hablado, claro, de la machacona crisis, y de cómo afectará a nuestras letras, de la interacción más o menos acompasada entre estas y las nuevas tecnologías, de tendencias, escuelas y nuevas vanguardias, del lugar, en definitiva, de la creación literaria en los nuevos tiempos.
Curados de espanto
¿Temen estos cinco narradores por la crisis, por cómo pueda afectar a los nuevos creadores? “Los recién llegados están curados de espanto”, declara Peio Riaño, “por- que nadie le ha prometido nada. No entienden de crisis porque van a seguir vendiendo lo mismo. No tienen nada y nada esperan, porque la apuesta editorial por valores que todavía no tienen rentabilidad es insólita en España, si no fuera por un par de editores locos que se empeñan en hacer que los nuevos dejen de serlo algún día”. Carlos Salem coincide con él, “no nos engañemos, la apuesta por nuevos narradores en los grandes grupos es prácticamente nula”, y confía en las editoriales independien- tes y en los lectores de raza: “Lo que en realidad me preocupa es cómo afectará la crisis al lector, porque si pese a la psicosis sigue comprando y leyendo libros, eso quiere decir que hay una esperanza...”
Javier Moreno, sin embargo, sospecha que la crisis afectará a todos los sectores económicos y el editorial no se salvará –“Sería ingenuo pensar lo contrario”–, por lo que “la selección” resultará inevitable. Del candor se ocupa también Félix, a quien no le importaría que la crisis “acabara con todas las editoriales de autoedición, dejarían de engañar a los ingenuos y estos de engañarse a sí mismos”. Y Cristina Cerrada cincela una comparación muy ilustrativa: “ Si uno indaga un poco se da cuenta de que este país no ha sufrido sólo una burbuja inmobiliaria. Podría también hablarse de una burbuja editorial, la cual habría ido hinchándose desde los años ochenta, con sus contratos millonarios y su proliferación de grupos editoriales y de agentes literarios, hasta la actualidad, en la que el signo parece ser el exceso y la repetición (es decir, el empobrecimiento literario)”.
Referentes y temáticas
¿De qué yacimientos, abandonados o aún en explotación, extrajo sus materias primas literarias esta nueva generación de autores? ¿Cuáles son sus referentes y temáticas principales? Moreno dice ser “un narrador bastante mixto, por no decir bastardo. Me gusta incorporar una gran diversidad de lenguajes en mis novelas, que pueden ir desde lo científico a lo místico, pasando por lo pornográfico. Me defino como una naturaleza digestiva, capaz de metabolizar –eso intento, al menos– un amplio abanico de tonos y temas”.
Chacón define su trabajo, con cautela, como “realista”, porque “parte de la observación de la realidad y de la gente que me rodea, la gente normal, que para mí son mis lectores potenciales, y no los profesores de la universidad o los críticos de las revistas culturales. Con ese referente y esos supuestos receptores intento contar una buena historia, usando el estilo que más se ajuste a mi pretensión. El problema es que en España si metes tacos en las conversaciones de los personajes o sacas a uno metiéndose una raya, te dicen que haces realismo sucio. Tenemos una literatura muy mojigata”.
La atención de Cerrada suele dirigirse a lo que tiene que ver con “la parte más oscura, menos heroica y más frágil del hombre. Cómo se fabrica la Identidad, cómo se ama, cómo se preserva el mundo interior frente a la Realidad y, sobre todo, cómo se construye al Otro. Para ello, suelo fijarme en las huellas menos visibles del comportamiento humano”.
A Salem le interesan “el individuo, las historias pequeñas y las segundas oportunidades. Suelo colocar a los personajes en situaciones límite y hasta rocambolescas, pero desde un punto de vista casi doméstico”. Y siente una devoción especial por “Osvaldo Soriano, al que más debo, sin duda; y también a Calvino, Vian, Cortázar, Vonnegut, Conrad, Stevenson, Camilleri, Paco Ignacio Taibo II, Bukowski, Mendoza, David Torres, Pennac..., la lista sería interminable, porque cada vez que leo un libro y me llega, su autor me influye y me muestra unas herramientas que luego uso a mi manera”.
Riaño le toma prestado a Belen Gopegui la intención de querer dar “un pistoletazo en medio de un concierto”. “No me interesan los personajes idealizados –continúa–, admirables y generosos. No me interesa el sentimentalismo. No me interesa la eficacia. Ni la perfección. No me interesa la redención de la naturaleza del ser humano. No me interesa la ‘verdadera novela’. Ni la verdad. No me interesa hablar del mundo en el que no vivo. No me interesa una voz templada. No me interesa complacer. No me interesan las partituras. Ni los cánones. No me interesa adular. No me interesan las ideas nobles. Me interesa lo que nos destruye, y lo que nos dignifica”, manifiesta.
Sabor a novedad
Las nuevas voces han accedido a la madurez creativa en un momento marcado por la profunda transformación que han supuesto Internet y las nuevas tecnologías. Y más concretamente, de cierta alteración en el tranquilo solar literario íbero, como muestra el fenómeno Fernández Mallo y sus fragmentarias novelas “Nocilla”.
“No creo que nadie se haya asustado a estas alturas”, explica Riaño, “ni siquiera estoy convencido de que hayamos conseguido innovar en algo”. Pese a todo, prefiere “la actitud del ingenuo que piensa que todavía puede participar de este invento inacabado que es la narrativa, que la del cínico que está seguro de que como ya está todo hecho, no hay nada que hacer”. Y advierte de que “ni todo lo que sabe a nuevo es Nocilla, ni toda la Nocilla es nueva. Pero hay una cosa peor que sistematizar discursos: las malas lecturas”. Chacón subraya que “el trabajo de Fernández Mallo es muy respetable, pero me parece un estilo personal, no generacional. Para mi es como la comida china. Nada más terminar de comer te siente lleno, pero media hora más tarde parece que no has comido nada”. Salem elude caer en polémicas entre autores más postmodernos o más tradicionalista y se declara sólo “un tipo lleno de novelas tristes que hacen reír a la gente y después de la risa llega la reflexión. Sólo eso. El resto son inventos para estar en el candelero. Ganas de hablar y hablar. En estos tiempos, me temo, muchos escritores dedican más tiempo a discutir sobre literatura que a escribir novelas”.
Y si Cristina Cerrada critica que “del término posmodernidad se ha abusado hasta la nausea” y que “hoy en día se tiene demasiada fijación por las clasificaciones y, desde luego, por las etiquetas. Nos pone ‘nerviosos’ que algo ande suelto por ahí, sin pertenecer a nada”, Moreno, por su parte, se sitúa en un punto intermedio: “la Nocilla es un producto asociado a una etapa o un momento feliz de la vida, muy acorde con los tiempos de ‘vacas gordas’ que hemos vivido. Creo que tras la borrachera, hace falta un poco de alkaselser”.
Narrativa e Internet
Resulta imposible que las urgencias propiciadas por la velocidad de los cambios no afecten y se entreveren en la literatura actualizando el viejo slogan sesentaiochista, que quizás ahora rezase, trastocado, “Corre camarada, el nuevo mundo está detrás de ti”. Nuestros interlocutores no han descubierto la Red, como recientemente declaraba sin sonrojo un académico, sino que trasiegan cómodos por ella y leen y escriben esa suerte de extraño periodismo descentralizado, literario y personal de tremendo éxito que son los blogs. La pregunta obvia es si Internet genera por sí sólo una nueva narrativa.
Salem no está de acuerdo, pues “el contenido es el contenido” aunque también defiende que “la Red es el elemento literario más democrático y revolucionario desde la imprenta. Hay blogs que son verdaderas centrales de difusión de lo que se cuece y no sale en los grandes medios”. Moreno discrepa en lo que respecta a la forma (“Internet, efectivamente, nos provee de una nueva manera de hablar”) e intuye que “el contenido de la carpeta de incoming del emule puede ayudar a hacernos una idea de alguien de manera mucho más eficaz que una descripción psicológica al uso”. Félix Chacón se muestra más prosaico: “Leer blogs te quita de leer libros, así que hay que dosificarlo”.
La más escéptica frente al supuesto futuro del que la Red estaría preñada es Cerrada, a quien no le interesa especialmente lo que ocurre por allí. “Lo encuentro útil como vehículo de comunicación, o como herramienta, pero, como no sea en la temática o en la forma de difusión, no veo en qué forma podría repercutir un descubrimiento tecnológico en el surgimiento de una nueva Literatura”.
Riaño ni cree poder ganar, ni le interesa, la carrera con los nuevos tiempos: “Yo no tengo escapatoria, porque no sé hacer otra cosa. Me interesa más lo que nos rodea que los maestros antiguos. Y sobre todo el escritor debe dejar de ocupar el papel que ocupa en la industria cultural. La sacralización consentida de un ser que descorcha su pluma y construye con burbujitas picantes la realidad que deberá pasar a la posteridad es la mayor dejación de toda creación. El escritor no puede dejar de ser un paria más dentro de toda esta basura. El escritor debe dejar de serlo”.
Economía y creación
La conversación regresa, a punto de expirar, al principio, aunque en positivo: ¿pueden abrir los malos tiempos nuevas posibilidades narrativas? Chacón cree que sí, que los años aciagos “en la economía siempre han sido buenos tiempos para la creación. Por lo que sea, pero es una tónica en la historia de la Literatura. La desdicha inspira más que la felicidad”. Moreno anda también convencido de las potencialidades de la situación: “Usando una metáfora bélica, diré que esta crisis servirá para templar el acero (la pluma) de nuestros escritores. Los momentos de crisis son los más interesantes para un narrador, los más suculentos. Habrá que volver a las historias, sin duda. Y releer a Celine, a Conrad y a Fitzgerald”.
Peio Riaño discrepa: “Si creemos que hay que esperar a una crisis para contar historias, algo estamos haciendo mal. Porque entonces habremos dado a entender que nuestro primer mundo está libre de nuestra propia incapacidad. Libre de toda esa pútrida hipocresía que viste nuestras relaciones personales. Libre del odio que se cuece desde el salón de la casa hasta el semáforo de la calle. Libre de la destrucción de la dignidad y de la necesidad de reclamación. Libre de la revolución. Y entonces, será la prueba de que no tenemos ni idea de dónde venimos, quiénes somos, ni quienes queremos ser. ”
Carlos Salem lamenta que “en lo personal y económico, siempre he estado en crisis. Y en lo literario, si sumas los ecos de crisis al agotamiento del planeta y de los sistemas políticos y sociales, el resultado es un nuevo marco, imposible de adivinar, pero del que podemos –y tal vez debemos– narrar las causas, porque las consecuencias están por verse”. Finaliza Cristina Cerrada: “No lo sé. Quizá sí. Quizá un poco menos de “almíbar”, menos cosas que comprar, menos comodidades, nos haga advertir lo que de suyo tiene la existencia: básicamente, amor y muerte”.
Daniel ARJONA
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