Di el coñazo un rato corto -espero- hablando de por qué me hacía particularmente feliz que el premio hubiera recaído en MATAR Y GUARDAR LA ROPA, mi segunda novela que temí quedara medio oculta entre el premio Cañada a Camino de ida y la presentación de PERO SIGO SIENDO EL REY. Algunos de los presentes, miembros de NOVELPOL, compañeros de escritura y lectores que conocían la novela, se alegraron cuando comenté que está previsto que se publique en año que viene en Francia, que hemos cerrado un acuerdo para que salga en Alemania y que hace sólo unos días firmamos la cesión de los derechos cinematográficos a una productora española (el plural no es mayestático, qué cojones: es que todo ese desparramo europeo y cinematográfico tiene que ver con las gestiones de mis editores de Salto de Página).
Pero el summun fue cuando Joserra me comentó que el premio, en este caso, no se reducía al diploma acreditativo. El tono era misterioso pero no hizo falta llamar a Arregui para desvelar el enigma rompiendo narices. En seguida me trajeron el resto del premio: una paleta de jamón como para ponerle un piso, un queso merecedor de odas y un excelente vino para regarlos.
Vamos, que fui el más envidiado, porque había conseguido lo que todos anhelamos y pocos consiguen: que nuestros libros nos den de comer.
El Jamón NOVELPOL mereció casi tantas fotos como FRED VARGAS y ni el jefe PIT II se resistió a su encanto. Algo había que hacer para que la inmolación de ese cerdo mereciera la pena. Y lo hicimos.
En la foto de arriba, no intento sobornar a Taibo con el jamón, como alguno habrá pensado, para que el año que viene vuelva a invitarme a la SEMANA NEGRA. Era un intercambio de prisioneros, ya que Fermín Goñi había traído chistorras de la carnicería ganadora de un premio en la especialidad, PIT tenia ostiones ahumados mexicanos y alguien más dejó caer una selección de quesos asturianos de campeonato. Nadie se atrevía cortar el jamón, de lo que se deduce que los novelistas negros tememos a los cuchillos, pero finalmente Alfonso Mateo Sagasta, docto en todo lo doctorable, hizo los honores. Creo que batimos un récord guinnes en velocidad para acabar con un jamón, pero como todos estábamos comiendo, nadie cronometró los tiempos y ahí se nos escapó la fama.
El jamón se terminó. Pero me queda la alegría del premio, y el diploma que colgué frente a mi mesa de trabajo. lo mismo hice con el del Silverio Cañada y el del Premio Seseña, que guardaba en una carpeta por temor a que alguien viniera a mi casa, se burlara de tamaña ostentación, y no me queda más remedio que arrojarlo por el balcón.
(No es tan grave, porque vivo en un primero, así que el que quiera probar...)
En resumen, que viandas exquisitas aparte, el NOVELPOL ocupará un lugar especial para mí, consiga o no más premios en el futuro.
Siempre me pareció un acto de falsa modestia cuando un escritor declara que escribe pensando en los lectores. Falso, pero a medias. Yo escribo para mí, para pasarlo bien como lector.
Y cuando a otros lectores, como los de NOVEPOL, también les gusta, el trabajo está cumplido.
Ahora me preocupa no cagarla en el próximo libro. Pero eso siempre me preocupa.
GRACIAS, a los que votaron por la novela ya lo que no.
Os debo mucho y la semana que viene me meto a fondo en la novela que viene, para ir achicando la deuda.
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