viernes, 26 de septiembre de 2008

Entrevista de José Ramón Gómez para NOVELPOL

Entrevista con el escritor hispano argentino Carlos Salem

En una ocasión le escuché a Facundo Cabral decir que los mexicanos descendían de los Mayas, los peruanos de los Incas y los argentinos de los barcos. Las malas lenguas, que son las que hay que escuchar, dicen que perdió el acento hace tiempo.

Sí, he perdido casi todo el acento en más de 20 años aquí. Creo que tratar de imponerle mi vocabulario a 40 millones de anfitriones hubiera sido un acto de soberbia y además me fascinaba el lenguaje de mi abuelo almeriense. Perdí el acento argentino, pero sólo por fuera. Eso intento explicarlo en un poema que está en mi blog:
(http://elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com/2008/01/milonga-del-sombrero-negro.html), cuando digo :"Volver adonde/volver a qué/ si cuando me enfado digo jilipollas/ pero cuando me enculo/se me escapa un pelotudo/que rescata todos los acentos olvidados/en la pe".

¿A usted hay que preguntarle si prefiere un Boca-River o un Barça-Madrid?
En cuanto a clásicos, si estoy allá, y como soy bostero viejo, seguiría el Boca-Ríver; pero como vivo en España, no me pierdo un Madrid-Barça, ¡Hala Madrid!


¿Qué le enseñó el rastro madrileño y qué se trajo de sus años en el norte de África?


El Rastro es el alma de Madrid y también su espejo: revuelto, colorido, caótico ... y organizado por horarios, vigilado por policías. Cuando llegué y vendí en un trozo de puesto prestado, hace tantos años, en el Rastro estaba reflejada la composición del Madrid de entonces, del mismo modo que refleja el Madrid de hoy, que sigue lleno de historias. En cuanto al Norte de África, aprendí a escuchar todo lo que decía el silencio de la gente, en especial la gente del Riff, que tiene una dignidad sin estridencias que es admirable. Hay quién confunde eso con resignación, pero es porque no entendió nada y se pasó el tiempo sacando fotos típicas. Esos diez años entre Ceuta y Melilla me sirvieron, también, para escribir sin otra meta que escribir; ya llegaría el momento de publicar, me decía con paciencia rifeña. Y llegó.



Usted era muy joven en aquellos años grises de su país ¿por qué al contrario que muchos escritores de policial argentinos no lo refleja en sus novelas?


Sí que la reflejo, sólo que no en las dos novelas que se han publicado hasta ahora. De hecho, tengo una obra de teatro, "El torturador arrepentido", que creo se representará este año, dedicada al tema, y está el proyecto de convertirla en novela. No me centré en el tema de la dictadura porque en los 80 y 90 hubo una saturación de obras alrededor del tema, y no todas buenas. Luego vino gente como Juan Sasturain o Ernesto Mallo, o Raúl Argemí, que lo hicieron con mucho talento e intención, de modo que no tenía una urgencia testimonial por contar aquello. Yo era muy chico, sí, pero con 16 ya sabías y pensabas. Creo que me dejó helado la complacencia de buena parte de la clase media argentina de entonces para con un Golpe de Estado cuyos fines eran claramente económicos bajo una pueril excusa ideológica. Y contar eso duele. Además, mucha gente en España y en el resto del mundo ha olvidado que Argentina vivió en dictaduras intermitentes desde 1930 hasta 1945, y desde 1955 hasta el 73, aunque no se pueden comparar en el descaro y la violencia a lo de Videla y Cía., desde luego, pero ahí está la semilla y eso es lo que me interesa como escritor, sobre todo el período de 1970 a 1973: todo lo que vino después estaba ahí...


¿En la vida sólo hay Camino de Ida?
Desde luego, aunque a veces el camino de ida es circular y acabas en el punto de partida. Pero ya no eres el mismo. Tenía que escribir esa novela como un puente entre mis dos mundos, el de Argentina y el de España, países que se parecen más de lo que queremos creer. Como dice uno de los personajes de la novela (soldati), "acá también todo lo atamos con alambre"... Y porque todo el camino es de ida, mi segunda novela publicada, Matar y guardar la ropa, no tiene ningún personaje argentino, aunque estoy seguro de que allá se entenderá igual que aquí, porque la crisis de los 40 ocurre en todas parte, como el amor, el desengaño, el miedo a la mediocridad... o los asesinatos por encargo.


En la última semana negra se alzó con el premio Silverio Cañada a la mejor primera novela del género. ¿Qué le pareció ese festival macrocultural? y ¿Qué le supone recibir ese premio de colegas escritores?

Llevaba con ganas de participar en la Semana Negra casi 20 años, cuando recibí las bases del concurso de relatos y empecé uno de 8 páginas... que acabó siendo unas novela de 300. Y por diversos motivos el sueño se fue postergando de año en año... hasta que este año me llamaron para decirme que Camino de ida era finalista del Cañada... No me lo podía creer. Lo mejor de todo fue que la SN era como la imaginaba: una fiesta literaria popular, huérfana de corbatas y de almidones, en la que los escritores y los lectores se cruzaban y mezclaban todo el tiempo. Siempre digo que detesto a los escritores que se comportan como si nunca fueran al váter. En Gijón no hubo de ésos o yo no los vi, y eso quiere decir que, por lo menos, no estaban en un podio muy alto. Lo que hacen Paco Ignacio Taibo II y su equipo es mucho más que un encuentro literario, y me parece muy acertada la definición de PIT II cuando dice que la SN es un "festival", porque lo es y ojalá que siga así por mucho tiempo. Y que fuera contagioso... En cuanto al premio, recibir el Silverio Cañada por mi primera novela publicada, incluso cuando es menos "negra" que muchas otras, fue un subidón que todavía me marea, porque no es un premio dado por intereses editoriales o de mercado, sino, como dices, un reconocimiento de tus compañeros más veteranos, que te dicen:"bienvenido, tienes algo que contar y nos ha gustado mucho". Eso no tiene precio para un novato de 48 años, como yo...


¿Cuáles son los próximos proyectos de Carlos Salem, en su próxima novela podremos disfrutar con la persecución de algún otro destrozacanciones popular?

Proyectos hay varios en marcha, no olvides que durante más de 15 años me dediqué a escribir novelas que son tan buenas o tan malas como las dos publicadas. Y no dejo de escribir, aśi que tengo varias cosas en marcha y un objetivo prioritario: la nueva novela, que estoy acabando estos días, y que se llamará "Pero sigo siendo el rey". Es una novela negra al modo mío, bastante chandleriana en algunos aspectos, pero siempre teñida por la bendita maldición de Osvaldo Soriano, que me enseñó a reírme de la solemnidad y de mi mismo. Y es una novela con detective privado, porque creo que se ha descartado con demasiada ligereza esa figura de justiciero jodido y desencantado, de justicia que llega donde no llega la Ley. Es la presentación de mi detective, para el que tengo en mente al menos tres libros más, si es que todo sale bien, ya veremos. No aparece Julio Iglesias, salvo alguna mención... pero el co-protagonista es el Rey de España. No te digo más.


Y por último recomiéndenos un libro clásico y otro actual..
El clásico lo tengo claro, aunque hay muchos: Triste, solitario y final, de Osvaldo Soriano. Treintaytantos años después sigue intacto y vigente. Además, Camino de ida es la primera mitad de un homenaje que le debía a ese libro.
Y para lo actual, voy a hacer trampa y recomiendo dos; "Gólgota", de Leonardo Oyola, y no por ser amigos y compañeros de editorial, sino porque tiene un talento universal que trasciende las fronteras del lunfardo, es dinamita pura. Y Niños de tiza, de David Torres, porque creí que después de El gran silencio no podría volver a conmoverme con Roberto Esteban, y el muy cabrón lo hizo. Vaya si lo hizo...

Por José Ramón Gómez

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